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Prevención del sídrome de inmovilidad en personas mayores

4 Min de lectura
La principal medida para evitar la inmovilización es el mantenimiento diario de la actividad física y la movilidad.
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Montse Queralt
Especialista en Medicina de Familia y Geriatría de MAPFRE

Blog Salud MAPFRE es un blog referente en el mundo de la medicina gracias a que todos sus contenidos están escritos por médicos especializados.
Los años de experiencia de MAPFRE en el sector nos avalan como fuente de información veraz y práctica, ayudándote en tus cuestiones sobre la salud del cuerpo y la mente.

Como en cualquier problema de salud, es mejor prevenir que curar. En este sentido, varios estudios han valorado la prescripción de ejercicio físico y el mantener la actividad física como la mejor manera de prevenir la inmovilidad y disminuir el riesgo de evolución a fragilidad en personas mayores. Los beneficios del ejercicio no disminuyen con la edad, sigue produciendo un aumento de la capacidad cardiovascular, de la musculatura (tanto en volumen como en fuerza) y de la densidad ósea, disminuyen la ansiedad, la agresividad y los síntomas depresivos, y favorecen la socialización.

La persona mayor que lleva un tipo de vida autónoma y activa con la realización regular de ejercicio tiene estadísticamente un menor riesgo de mortalidad. Los ancianos que han hecho ejercicio desde siempre envejecen mejor y presentan menor incapacidad funcional, su vejez es más saludable.

Es necesario estimular al anciano a mantenerse activo y proponerle que acuda a clubes de ancianos o centros de día, si es posible. Asimismo, es importante permitir al mayor que realice o participe todo lo que pueda en las actividades de la vida diaria a su propio ritmo. Hay que evitar la sobreprotección por parte del cuidador, haciendo por él las tareas «más rápido y mejor» ya que así se acelera el grado de dependencia, por desuso.

Cuándo debe una persona mayor hacer ejercicio

La prescripción del ejercicio en el anciano debe cumplir una serie de condiciones:

  • Realizar revisiones periódicas del estado físico, ajustando de forma individualizada el tipo de ejercicios y actividades que puede realizar. Así, hay que tener en cuenta la frecuente pluripatología a nivel cardiovascular y musculoesquelético.
  • Conocer los fármacos que se estén tomando, dado que muchos pueden tener repercusiones en el ejercicio a realizar (antihistamínicos, betabloqueantes, insulina, etcétera).
  • Establecer con el anciano unos objetivos mínimos de actividad dependiendo de su capacidad funcional.
  • Prestar atención al correcto aprendizaje de las técnicas.
  • Evaluar la motivación del anciano ya que la capacidad de disfrute y el entretenimiento constituyen el mejor factor de adhesión al ejercicio. Por tanto debe adaptarse a los gustos individuales.

Entre las actividades recomendadas de forma general pueden incluirse caminar, montar en bicicleta, natación, golf, baile, jardinería, taichí, etc. La prescripción del ejercicio por parte de los médicos debería ser pautada (por ejemplo, caminar 5 minutos al día y subir otros 5 minutos cada semana) y diseñar estrategias individualizadas, con el tipo de ejercicio más adecuado y agradable para el anciano.

Qué ejercicios deben hacer

En ancianos sanos las sesiones de ejercicios deben incluir:

  • Una fase de calentamiento con estiramientos musculares (de 3 a 5 minutos) y paseo suave de 5 a 10 minutos de duración.
  • Ejercicios de fortalecimiento (extensores de brazos, pesos y poleas, uso de escaleras y escalones) y coordinación-equilibrio.
  • Ejercicios de resistencia progresiva (saltos, carrera…), si se toleran.
  • Terminar con un período de enfriamiento no superior a los 10 minutos, con ejercicios de estiramiento muscular y paseo ligero con velocidad decreciente.
En resumen

La actividad incluirá trabajo de flexibilidad (estiramiento), fortalecimiento y coordinación-equilibrio y posteriormente resistencia (capacidad aeróbica). Es más importante la continuidad en el ejercicio que la intensidad. Se recomienda iniciar el ejercicio dos o tres días a la semana hasta llegar hasta cinco, alternando la actividad física con situaciones de reposo. De igual manera el esfuerzo físico se irá intensificando de manera progresiva.

Ayudas técnicas para el ejercicio

Respecto las ayudas técnicas para poder mantener la actividad física cuando se presentan limitaciones para realizarla, las principales son:

  • Bastones: ayudan a mantener el equilibrio, reparten el peso y el esfuerzo de la deambulación cuando una de las extremidades inferiores no puede ejercer bien su función. Se recomienda usarlos en la mano contraria a la pierna afecta y es importante adecuar la altura del bastón, de manera que el mango llegue a la altura de la muñeca, con el brazo estirado (una altura inadecuada provocará dolores y lesiones en extremidades superiores y espalda). Hay varios tipos de bastón, según las necesidades: de una pata o varias, mangos en cayado o anatómicos, etc.
  • Muletas: en el caso de presentar también debilidad en las extremidades superiores es ideal el uso de muletas o bastones ingleses (que tienen soporte adicional en el antebrazo).
  • Caminadores: en el caso de inestabilidades marcadas o debilidades generalizadas son perfectos para mantener la deambulación con menor riesgo de caída. Hay de varios tipos, adecuados para las diferentes situaciones: de cuatro patas, articulados, de cuatro ruedas con freno, ruedas delante y patas detrás, etc.

De cualquier manera, cuando se considere necesario el uso de ayudas técnicas, es importante consultar con un profesional del tema, sea ortopeda, terapeuta ocupacional o médico, para que aconseje cuál es la ayuda técnica más adecuada a cada caso y cómo debe utilizarse.

Publicado por Montse Queralt
- 30 Jul, 2021
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